Foto: CNN México |
Nota Original: John Ackerman
Dos días después de
que la canciller alemana, Angela Merkel, fue repudiada en Atenas por miles de
manifestantes debido a su vergonzoso papel en la imposición de drásticas
medidas de austeridad sobre el pueblo griego, Enrique Peña Nieto
acudió a Berlín para ofrecer a ella y al capital financiero europeo nuevas
oportunidades para saquear nuestro país. Del mismo modo en que el presidente
electo mexicano inició su gira en América Latina visitando a los más destacados
representantes de la derecha continental, Álvaro Uribe y Otto Pérez Molina,
ahora en Europa se reunió primero con Merkel y, hoy lunes, se encuentra con el
presidente español Mariano Rajoy, del derechista Partido Popular.
Cuando Peña Nieto viajó al sur del continente fungió como vil
representante del aparato de seguridad estadunidense al ratificar su
compromiso con la guerra contra las drogas y sugerir la importación del Plan
Colombia a México. Hoy, el presidente-electo actúa como vendedor de oficio al
ofrecer a precio de remate nuestro tan preciado oro negro y presumir los
beneficios de la reforma laboral que abarataría la fuerza de trabajo
de millones de mexicanos.
En Alemania, el político de Atlacomulco abogó por dejar deaferrarnos a
paradigmas de carácter ideológico o a resistencias apegadas a este principio.
Hace unos días, el presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, convocó
a construir un nuevo país, a dar un gran salto hacia el futuro, a
superar las viejas ataduras que nos han impedido desarrollarnos conforme a las
energías humanas y materiales que poseemos.
Quien los oyera juraría que los nuevos gobernantes emulan a Mao Tse-Tung
con su gran salto hacia adelante y su revolución cultural. Con
el acompañamiento de Televisa, Tv Azteca, la Iniciativa México y sus
intelectuales orgánicos, los priístas buscan borrar de un plumazo toda la
historia nacional e imponer desde las cúpulas del poder tanto un nuevo modelo
económico como una nueva ideología de Estado. Pero en lugar de los principios
de igualdad y justicia defendidos en su momento por el revolucionario chino, la
versión mexicana busca una sociedad supuestamenteclasemediera centrada en
el individualismo, el consumismo, el conservadurismo y el entreguismo a los
poderes fácticos nacionales e internacionales.
Ahora bien, es falsa la idea de que Pemex es una empresa de la
prehistoria que se encuentra aislada del mercado. La paraestatal ya
depende de una infinidad de contratistas y subcontratistas privadas para
operar. Recordemos, por ejemplo, las múltiples empresas de la familia Mouriño
en la materia. Pemex también participa activamente en los mercados
internacionales por medio de la compra y venta tanto de petróleo y sus
derivados como de tecnología, maquinaria y hasta hoteles.
No hace falta entonces expandir aún más la intromisión de criterios de
acumulación privada en la industria petrolera nacional o de generar
másincentivos para empresas como Shell, Exxon-Mobil o Halliburton. Al
contrario, el principal reto sería aumentar la productividad y la eficiencia de
la paraestatal para que la riqueza nacional sirva mejor a los mexicanos. Por
ejemplo, habría que implementar una reforma fiscal que permita a la misma
empresa invertir más en exploración y refinación. También se debe transparentar
el sindicato y las contrataciones para reducir la enorme corrupción y
complicidad que afectan las operaciones de la empresa.
En el contexto de inestabilidad política en Medio Oriente y a raíz de la
relección de Hugo Chávez en Venezuela, a Washington le urge que Pemex aumente
inmediatamente sus niveles de extracción de crudo.
Los expertosestadunidenses una y otra vez señalan con gran preocupación
que México hoy solamente extrae 2.5 millones de barriles al día, cuando en 2004
extraía 3.4 millones.
Pero la prioridad para los mexicanos no debería ser regalar la mayor
cantidad posible de crudo a los estadunidenses en el menor tiempo posible, sino
asegurar la sustentabilidad y la utilidad del petróleo a largo plazo. Por
ejemplo, habría que etiquetar desde ahora toda la renta de los enormes nuevos
yacimientos de Trion-1 y Supremus-1, descubiertos por cierto por un Pemex
público y nacional, para nuevas inversiones petroleras, así como para programas
sociales, educativos y de salud para los más pobres.
Con una buena administración de la riqueza nacional podríamos acabar de
una vez por todas con la pobreza en México. Pero para lograrlo habría que
rechazar cualquier intento de privatizar la industria petrolera y entregarla a
intereses ajenos.
El equipo de Peña Nieto insiste en que no buscará reformar la
Constitución, sino únicamente cambiar la ley pararomper el monopolio de Pemex
en las áreas de refinación y exploración. Sin embargo, resulta que es
precisamente la Constitución, en sus artículos 27 y 28, la que impone el control inalienable
e imprescriptible del Estado sobre estas actividades estratégicas y
prohíbe cualquier concesión en la materia.
La única forma en que el PRIANpodrá cumplir con sus
patrocinadores sería por medio de una reforma a la Carta Magna, algo que se antoja
muy difícil dada que la abrumadora mayoría de la sociedad con toda razón se
mantiene orgullosa de los logros de la Revolución Mexicana y rechaza
el gran salto al vacío neoliberal propuesto por Peña Nieto.
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