Barack Obama no es amigo o
aliado de los mexicanos ni de los latinoamericanos. Su relección como
presidente de Estados Unidos (EU) asegura la continuidad de las políticas
antinmigrantes, belicistas y neoliberales de los últimos cuatro años. En lugar
de celebrar la victoria de Obama, los políticos mexicanos tendrían que
esforzarse en construir una nueva política exterior fuerte y digna que sirva de
contrapeso a los embates que vienen.
En
cuatro años Obama expulsó 1.4 millones inmigrantes indocumentados, la tasa más
elevada de deportaciones de presidente alguno de Estados Unidos. El mandatario
estadunidense tampoco tomó nunca medidas contundentes para reducir el tráfico
de armas hacia México, y su procurador de justicia, Eric Holder, estuvo
directamente implicado en el fallido operativo Rápido y furioso que
auspició la venta de miles de armas de alto poder a los narcotraficantes
mexicanos.