sábado, 10 de noviembre de 2012

América del Norte en manos de los jodidos




A Obama le han renovado el cargo y el trabajo.
La minoría hispana espera que entienda –sin duda- que les debe la reforma migratoria y que debe generar una transformación acelerada, una apertura para la esperanza y el cambio, tal como prometió la primera vez, lo cual se torna difícil con un Congreso dominado por republicanos.
No hay para dónde hacerse, ni a dónde ir. Obama ha sido electo por quienes no tienen nada, con la certeza de que cualquier otra cosa sería peor.
A Obama se le acabó el tiempo de aprender el oficio y llegó el momento de verle de verdad los tamaños que tiene o puede llegar a tener.

El cine suele ser un claro reflector de ciertos momentos históricos. Este otoño, Steven Spielberg no cuenta historias del holocausto, ni de Tintin, ni de los caballos de guerra; Steven es un hombre que huele la tragedia de Estados Unidos y se anticipa a ella. Cuando hizo “El color púrpura”, nos quiso enseñar que, con todo y pese a todo, una vez que fueron libres los afroamericanos, quedaban muchas esclavitudes y maltratos -sobre todo para las mujeres, quienes tardarían mucho tiempo en liberarse-.
Este año -el año de la segunda victoria de Obama, el año en que un afroamericano renueva su trabajo en la Casa Blanca-, Steven Spielberg ha elegido para acompañarnos en la elección, en el Thanksgiving  (Día de Acción de Gracias)  y en la Christmas Season(Navidad), a Abraham Lincoln.
Eligió al hombre que liberó a los esclavos negros de Estados Unidos. Eligió al atormentado, al genio interrogante antes que al incapaz de cambiar una idea.
En cualquier caso, Lincoln no solamente es uno de los más bellos monumentos en el Mall de Washington, sino que es un elemento que permite que los norteamericanos, una y otra vez, se reconcilien con su propia historia.
Lincoln, el hombre de “este es el gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo”, tuvo nada menos que llevar a su país a una guerra civil para mantener la unión de su gente.
Ahora, Barack Obama no puede seguir diciéndole a los votos que le han puesto como triunfador -es decir, a la mayoría-minoría que representamos los latinos- que el Congreso Republicano no le permite hacer tal o cual reforma.
Barack Obama como presidente demócrata debe -con la misma resolución con la que retiró las fuerzas de Irak y con la que condenó a muerte a diversos terroristas, a través de sus drones- plantear una estrategia de enfrentamiento radical con quienes perdieron las elecciones.
En Estados Unidos, el minuto siguiente de la proclamación de la victoria del demócrata significa el minuto para empezar a trabajar. La gran diferencia es que estamos al final de la historia -y no solamente por el entonces injusto título del libro de  Francis Fukuyama-, sino porque estamos al final de una historia en la que todos los parámetros de Breton Woods -que existen y funcionan desde que terminó la Segunda Guerra Mundial- han muerto.
Franklin Delano Roosevelt -como Lincoln- tuvo que enfrentarse a la Suprema Corte y a toda la reacción de su país que, como hoy pero sin faltarle al respeto personalmente porque era paralítico pero no afroamericano, hizo con él la razón de su vida.
Con sólo un punto y medio de diferencia, el Tea Party (el Partido del Té) perdió las elecciones.
Eso no es nada para quien considera que su poder y su razón vienen directamente de las manos de Dios.
Ahora el pueblo estadounidense necesita un presidente que use a ese mismo Dios para hacer triunfar las políticas que dice creará.
Lo peor que le puede pasar a Barack Obama es que vuelva a estar encerrado en la Casa Blanca, sufriendo la humillación directa de un Congreso que le odia por razones dobles.
Primero, porque no ven en él a un representante de uno de ellos. Segundo, porque no le conceden ninguna capacidad de articular las políticas que el país, en esta hora de la verdad, necesita.
¿Dónde, cuándo y quién le enseñará a Barack Obama que pese a haber ganado, su triunfo habrá sido sólo un accidente de la historia, porque los latinos le hemos dado la oportunidad de un segundo tiempo a cambio de que sea el Comandante en Jefe, no sólo para matar a Osama Bin Laden y acabar con las guerras, sino para construir sobre un territorio de cenizas y sobre la mayor crisis económica de la historia, provocada por el uso inclemente de la voracidad y de la perversión de un sistema que acabó el futuro al matar la esperanza?
Obama está condenado, en su segundo mandato, no sólo a sacar la ley de la inmigración -por las buenas o por las malas-, sino a hacer que todos los jodidos de Norteamérica, de este lado y de aquel, entiendan que sí es posible darle el poder a alguien para que lo use y cambie las cosas para que nos vaya mejor.
Los WASP, los de Romney, todos quienes perdieron confían en que al final del día Barack Obama no se haya enterado que no ganó una elección en 2008 ni en 2012 por sí mismo, sino que terminó siendo el eje de una revolución que le han hecho ganar los sin esperanza.

Fuente Original: Reporte Índigo 

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